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Happy Birthday, Ray

17/ 08/ 10
ray

-Papá, ya se lo que quiero de mayor.
-Estoy un poco ocupado Ray, ¿que tal si me lo cuentas en la cena?
-Me gustan las chicas papá. Me gustan todas, bueno, casi todas. Quiero ganarme el corazón de todas ellas con mi trabajo. Quiero que cuando oigan mi nombre lancen un chillido de histeria mirándose unas a otras. Que griten a coro el nombre de mis grandes éxitos. Que piensen que son las protagonistas de cada una de mis creaciones.
-Ray, ya sabes que no me gustan esos grupos de Rock. Atentan contra la moral y me desagradan especialmente esas guitarras eléctricas. Te lo prohibo.
-No quiero ser cantante, papá. Quiero escribir libros. Quiero contar historias sobre el futuro de la humanidad. Escribir sobre barcos de arena, sobre océanos de vacío. Quiero que lean cómo el germen del miedo florece en la forma de una sociedad totalitaria donde ha muerto la libertad. Cuando lean todas esas cosas pensarán en mí y seré más grande que cualquier estrella de Rock & Roll.
-Ray, como digas estas estupideces delante de tu madre no sólo te va a cruzar la cara de un bofetón sino que me la va a cruzar a mí también. Haz el favor de salir a la calle a jugar con los demás niños.
-Bueno, pues entonces seré bombero. También les gustan a las chicas. Hasta la cena papá.
-Hasta la cena, Ray.

Ray Bradbury, uno de los más importantes escritores de ciencia ficción de la historia, cumple este domingo 90 años. Para felicitarle hemos pensado que le gustaría recibir este mensaje de sus fans. Avisamos de que puede contener lenguaje e imágenes obscenas. Felicidades Mr. Bradbury.

Vía Devour

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Los colonos

06/ 08/ 10
Marte

Los hombres de la Tierra llegaron a Marte.

Llegaron porque tenían miedo o porque no lo tenían, porque eran felices o desdichados, porque se sentían como los Peregrinos, o porque no se sentían como los Peregrinos. Cada uno de ellos tenía una razón diferente. Abandonaban mujeres odiosas, trabajos odiosos o ciudades odiosas; venían para encontrar algo, dejar algo o conseguir algo; para desenterrar algo, enterrar algo o alejarse de algo. Venían con sueños ridículos, con sueños nobles o sin sueños. El dedo del gobierno señalaba desde letreros a cuatro colores, en innumerables ciudades: HAY TRABAJO PARA USTED EN EL CIELO. ¡VISITE MARTE! Y los hombres se lanzaban al espacio. Al principio sólo unos pocos, unas docenas, porque casi todos se sentían enfermos aun antes que el cohete dejara la Tierra. Y a esta enfermedad la llamaban la soledad, porque cuando uno ve que su casa se reduce hasta tener el tamaño de un puño, de una nuez, de una cabeza de alfiler, y luego desaparece detrás de una estela de fuego, uno siente que nunca ha nacido, que no hay ciudades, que uno no está en ninguna parte, y sólo hay espacio alrededor, sin nada familiar, sólo otros hombres extraños. Y cuando los estados de Illinois, lowa, Missouri o Montana desaparecen en un mar de nubes, y más aún, cuando los Estados Unidos son sólo una isla envuelta en nieblas y todo el planeta parece una pelota embarrada lanzada a lo lejos, entonces uno se siente verdaderamente solo, errando por las llanuras del espacio, en busca de un mundo que es imposible imaginar.

No era raro, por lo tanto, que los primeros hombres fueran pocos. Crecieron y crecieron en número hasta superar a los hombres que ya se encontraban en Marte. Los números eran alentadores.

Pero los primeros solitarios no tuvieron ese consuelo.

Ray Bradbury. Crónicas marcianas