Entradas ‘Isaac Asimov’

Salman Khan y la Fundación

28/ 07/ 11

Salman Khan y la Fundación

“Si Isaac Newton hubiera colgado vídeos sobre cálculo en YouTube no habría tenido que hacerlo yo mismo… suponiendo que sus vídeos fueran buenos… ”
Salman Khan era el listo de la familia. Bueno, también era el listo de su pandilla… y el del instituto. Además tenía un gran talento para explicar Matemáticas, y mientras se sacaba sus tres títulos del MIT y su MBA de Harvard aprovechaba su tiempo libre para dar clases de álgebra o cálculo a sus amigos y familiares.

Una banca de inversión se hizo con sus servicios como analista y Khan se quedó a vivir en Boston, lejos de su Lousiana natal. Gracias a Internet Salman pudo continuar su labor como profesor particular de Matemáticas de sus sobrinos en Nueva Orleans. Al principio utilizó herramientas como Yahoo Notepad, pero a medida que la demanda de sus servicios iba en aumento decidió que sería buena idea grabar en video sus charlas y así sus alumnos podrían acceder a ellas cuando quisieran.

khan academy

El resto de la historia de Khan sucedió a toda velocidad. El éxito de sus vídeos fue tal que ya ha grabado 2400 de ellos, y ha abandonado su empleo en el fondo de inversiones por este proyecto altruista convirtiéndolo en una organización sin ánimo de lucro: Khan Academy. Alumnos (no sólo niños) de todo el mundo pueden acceder a cualquier lección de Matemáticas, Ciencias, Economía, Historia… con tan sólo hacer un click. Además pueden completar ejercicios de cada tema y seguir un itinerario. Los profesores de las escuelas pueden sumarse a la iniciativa y complementar sus clases en el Mundo Real con las de Academia Khan, y seguir la evolución de sus pupilos a través de Internet.

La ejecución del proyecto es sencilla y muy estimulante, y grandes mecenas de Internet (Google, Microsoft, y la Fundación Bill & Melinda Gates) han colaborado con sus billetes verdes a llevar aún más lejos el sueño de este joven de origen Bengalí.

Es posible que alguno de vosotros haya pensado al leer esto que Salman Khan ha tenido una gran idea. No es verdad. No es realmente su idea. Forma parte de un plan desarrollado hace 60 años. No creo que hayáis oído hablar de él. En 1951 un grupo de matemáticos desarrollaron un sistema capaz de predecir el futuro de la civilización. Los ordenadores de la época no permitían aplicarlo a pequeños eventos, donde el azar jugaba un papel muy importante, pero sí a sucesos que afectaran a toda la Humanidad. Los científicos llegaron a la conclusión de que en el siglo XXI los seres humanos lucharíamos en una terrible Tercera Guerra Mundial, y que todo el conocimiento de nuestra civilización caería olvidado durante miles de años antes de volver a resurgir. Para reducir el periodo de oscuridad tecnológica a unos pocos cientos de años desarrollaron El Plan. Aquellos encargados de encauzar los pasos de la Humanidad en las pautas marcadas por El Plan se llamaron a sí mismos La Fundación. El líder de todos ellos, un humilde escritor de origen judío, ocultaba las claves del Plan en sus novelas para intentar influir en los seres humanos sin que se supieran manipulados, ya que eso podría cambiar el comportamiento de la sociedad de forma impredecible.

Sólo en contadas ocasiones aparecía públicamente para intentar corregir las desviaciones más graves de El Plan. Esta fue una de sus últimas apariciones:

Las otras tres leyes de Isaac Asimov

07/ 04/ 11
Asimov

Seguro que habéis oído hablar cientos de veces de las famosas tres leyes de la robótica de Isaac Asimov. Ya sabéis: Primera ley, un robot no puede hacer daño a un ser humano, o, por medio de la inacción etcétera, etcétera. Pero poca gente sabe que estas no son las únicas afortunadas leyes que el gran Isaac formuló a lo largo de su ingente obra. En su libro “La estrella de Belén” figura un ensayo titulado “¡Oh, perspicaz adivino del futuro!” en el que aparecen las Tres Leyes de la Futúrica. Muy recomendables para los aprendices de escritor (pero también para quienes contemplan perplejos el azaroso destino de la Humanidad), desgranan el proceso que siguen los escritores de ciencia ficción para pergeñar sus imaginarias sociedades del mañana. Os dejamos con Asimov:

“La predicción exacta ocurre en la ciencia-ficción mucho más a menudo de lo que podría esperarse de la simple casualidad. ¿Y por qué no? El escritor de ciencia-ficción, elaborando sus sociedades futuras, debe basarlas, consciente o inconscientemente, en la sociedad actual, y al hacerlo desarrolla por fuerza un camino para llegar a ellas. En pocas palabras, tanto si lo sabe como si no, emplea las Tres Leyes de la Futúrica.

Fundación

La Primera Ley puede expresarse así: «Lo que ahora sucede continuará sucediendo». O dicho de otra forma: «Lo que ocurrió en el pasado ocurrirá en el futuro» (Si esto les recuerda mucho la vieja perogrullada «La historia se repite», no se equivocan. Toda mi «Trilogía de las Fundaciones» fue guiada conscientemente por la Primera Ley). […]

La Segunda Ley de la Futúrica dice: «Considera con seriedad lo obvio, porque poca gente lo advertirá». […] Es obvio, era obvio y ha sido obvio durante mucho tiempo que los recursos petrolíferos mundiales eran muy limitados y que el resultado de permitir que ese límite nos alcanzara, de repente, sería desastroso, por más que mucha gente se aferrara a la idea contraria. En realidad, las personas que, como yo mismo, señalaron con insistencia lo obvio, fueron denunciados por «agoreros» y despreciados. […] Así que hemos estado advirtiendo sobre esto en la ciencia-ficción durante más de cuarenta años. Y pese a ello, nuestros expertos hombres de estado y dirigentes continúan siendo sorprendidos por las «crisis de población» y las «crisis energéticas» y siguen actuando como si tales crisis surgieran de la nada, sin previo aviso, justo dos días antes.

robot

La Tercera Ley de la Futúrica, en su forma más sencilla, puede formularse así: «Considerar las consecuencias». La predicción de un invento es muy fácil, ¿pero qué le ocurrirá a la sociedad cuando ese invento sea puesto en acción?
[…] Por supuesto, la Tercera Ley puede emplearse para una de las funciones fundamentales de la ciencia-ficción: la sátira. Se pueden considerar las consecuencias y escoger una poco probable que pueda parecer tan lógica como para iluminar fantásticamente la insensatez humana.

Pensemos en la inflación. Es un problema grave en la actualidad. Los precios suben de tal forma que la miseria y el sufrimiento no quedan limitados a la gente pobre, acostumbrados a ellos. En vez de eso, personas de buena posición, como ustedes o yo, están empezando a sufrir, y eso es penoso e injusto.

Debo admitir que encontrar una solución me costó bastante, porque no sé nada sobre ekonomía (¿se escribe así?). Por fortuna, hace poco escuché a un banquero discutir ciertos gráficos que indicaban el curso posible de los años siguientes. Al ser banquero, lo sabía todo en el terreno ekonómico.

El mencionado banquero señaló una tendencia ascendente (Era algo significativo. Pero no sé si se refería a un crecimiento del producto nacional o a que las mujeres llevarían la falda más corta). Dijo que la tendencia le parecía satisfactoria, pero que suponía un cuatro por ciento de paro. «Sería mucho mejor —opinó— si tuviéramos un cinco por ciento de paro, porque eso mantendría la inflación dentro de unos límites».

La intensidad de aquella revelación me cegó. ¡La inflación se solucionaba con el desempleo! Cuantos más parados, menos gente que tuviera dinero. Con menos dinero para derrochar tontamente, no habría razón para aumentar los precios, y se acabaría con la inflación. Me sentí muy orgulloso de haber escuchado a un economista tan inteligente.

Entonces el problema se reduce a esto: ¿Cómo conseguiremos suficientes parados?

El inconveniente es que el desempleo no es ocupación muy popular y apenas si existen voluntarios. No es nada sorprendente, a la vista del desprecio con que se considera la profesión de parado. Muchísimas veces hemos dicho a un amigo: «¿Por qué esos holgazanes no dejan de vivir bien y se buscan un empleo?» (Y esto es exactamente lo que a uno no le interesa que hagan, si es que queremos acabar con la inflación).

Paro

Pero analicemos la situación con lógica. Usted, en su posición privilegiada de ejecutivo y con su sueldo exorbitante, contribuye a la inflación cada día que pasa, en tanto que esos pobres diablos con zapatos agujereados, pegados a sus botellas de vino en barrios de mala muerte, combaten la inflación con una fuerza desesperada. Entonces, ¿cómo podemos despreciarlos? ¿Quién de ustedes se merece más de la sociedad?

Si queremos vencer la inflación, debemos reconocer en el parado a nuestro luchador de vanguardia contra esa plaga, y darle todos los honores que se merece.

A decir verdad, lo hacemos hasta cierto punto. Les pagamos el seguro de paro y la seguridad social. No es mucho dinero, pero no puede ser más: si pagamos mucho a los desempleados, la inflación se disparará.

Pero si su sueldo debe ser pequeño, ¿por qué acompañarlo con un desprecio tan abierto? El dinero no lo es todo, ya lo saben, y cualquier persona desempleada se contentaría con su ración si tan sólo recibiera un poco de la gratitud que tan abundantemente se merece.

¿Por qué no saludar a esos esforzados y sufridos soldados que se encuentran en las trincheras del frente, en la guerra contra la inflación, con unas palabras amables, con unas palmaditas en la espalda? Que sepan que estamos apoyándoles y que les tenemos en gran aprecio. Eso sí, no hay que darles ni un céntimo. Es fundamental no entregarles dinero.

También el gobierno puede ayudar. Se podría hacer una campaña de reclutamiento para el servicio de desempleo, premiando con la cruz de plomo y el haz de cucharas soperas a los que se convirtieran en parados siguiendo la llamada del deber. Debería reconocerse el patriotismo de ciertos grupos minoritarios que contribuyeran a la lucha por encima de sus posibilidades. Los carteles de reclutamiento deberían decir: «El Tío Sam quiere que TU dejes tu trabajo».

Hombres y mujeres se unirían en masa bajo la bandera del paro. El objetivo del cinco por ciento se alcanzaría con toda facilidad. Es más, se superaría, porque los americanos no se desentienden de sus obligaciones para con la patria.

¡Y se lograría contener la inflación!

Supongo que por medio de la Tercera Ley estoy criticando a nuestro sistema económico, o a nuestra postura endurecida hacia el parado, o a nuestra tendencia a hacer de la guerra algo romántico. […]

La auténtica esencia de la ciencia-ficción consiste en considerar lo desagradable si a ello nos obliga la tarea de generalizar las tendencias sociales y científicas. Y lo maravilloso del lector de ciencia-ficción es que aceptará lo desagradable y lo mirará cara a cara.

Si pudiéramos conseguir que todo el mundo hiciera eso, aún habría una esperanza para la humanidad.”

Isaac Asimov y el estado de Israel

19/ 06/ 10
Diego Rivera

Isaac Asimov y el estado de Israel

El gran Isaac Asimov (1920-1992) escribió los siguientes párrafos en su absolutamente recomendable Autobiografía, en la que habla sin pudor de si mismo y de su actitud ante la vida. Tantos años después el texto está más de actualidad que nunca, al igual que el resto de la obra de Asimov, que os recomendamos con fervor.

“Con frecuencia, cuando surge el tema de mis viajes me preguntan si he visitado Israel alguna vez.

Asimov

No, no lo he hecho. Llegar a Israel sin subir a un avión es un asunto demasiado complicado. Tendría que ir en barco y en tren y estoy seguro de que me llevaría más tiempo del que dispongo y sería mucho más complicado de lo que podría soportar.

Por tanto, suponen que, si no voy o no puedo ir, como soy judío, debo tener el corazón destrozado, porque tengo que visitar Israel. Pues no.

En realidad no soy sionista. No creo que los judíos tengan el derecho ancestral de ocupar una tierra sólo porque sus antepasados vivieron allí hace mil novecientos años. (Este tipo de razonamiento nos obligaría a entregar América del Norte y del Sur a los indios, y Australia y Nueva Zelanda a los aborígenes y maoríes.) Tampoco considero válidas legalmente las promesas bíblicas hechas por Dios de que la tierra de Canaán pertenecería para siempre a los hijos de Israel. (Sobre todo, porque la Biblia fue escrita por los hijos de Israel.)

Cuando se fundó el Estado de Israel, en 1948, todos mis amigos judíos estaban felices; yo fui el aguafiestas. Les advertí:
-Estamos construyendo un gueto nosotros mismos. Estaremos rodeados por decenas de millones de musulmanes que nunca perdonarán, nunca olvidarán y nunca desaparecerán.

Estaba en lo cierto, sobre todo cuando resultó que los árabes estaban asentados en la mayor parte de los abastecimientos petrolíferos del mundo. Así que las naciones del mundo, que necesitaban el petróleo, pensaron que era diplomático ser pro-árabe. (Si el tema de las reservas petrolíferas se hubiese conocido antes, estoy convencido de que Israel no se habría creado.)

Pero ¿no merecemos los judíos una patria? En realidad, creo que a ningún grupo humano le conviene pertenecer a una “patria” en el sentido habitual de la palabra.

La Tierra no debería estar dividida en cientos de secciones diferentes, cada una habitada por un solo segmento autodefinido de la humanidad que considera que su propio bienestar y su propia “seguridad nacional” están por encima de cualquier otra consideración.

Soy partidario de la diversidad cultural y me gustaría que cada grupo identificable valorara su patrimonio cultural. Por ejemplo, soy un patriota de Nueva York y si viviera en Los Ángeles me encantaría reunirme con otros neoyorquinos expatriados y cantar Give My Regards to Broadway.

No obstante, este tipo de sentimientos deben ser culturales y benignos. Estoy en contra de ello si cada grupo desprecia a los demás y aspira a destruirlos. Estoy en contra de dar armas a cada pequeño grupo autodefinido con las que reforzar su propio orgullo y sus prejuicios.

Gaza

La Tierra se enfrenta en la actualidad a problemas medioambientales que amenazan con la inminente destrucción de la civilización y con el final del planeta como un lugar habitable. La humanidad no se pude permitir desperdiciar sus recursos financieros y emocionales en peleas interminables y sin sentido entre los diversos grupos. Debe haber un sentido de lo global en el que todo el mundo se una para resolver los problemas reales a los que nos enfrentamos todos.

¿Se puede hacer esto? La pregunta equivale a: ¿puede sobrevivir la humanidad?

Por tanto, no soy sionista porque no creo en las naciones y porque los sionistas lo único que hacen es crear una nación más para dar lugar a más conflictos. Crean su nación para tener “derechos”, “exigencias” y “seguridad nacional” y para sentir que deben protegerla de sus vecinos.

¡No hay naciones! Sólo existe la humanidad. Y si no llegamos a entender esto pronto, las naciones desaparecerán, porque no existirá la humanidad.”

La foto de cabecera es un mural del pintor mexicano Diego Rivera (El hombre en la encrucijada) y fue pintado en el año 1934 en los muros del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

ACTUALIZACIÓN: En la web Meneame se ha sugerido que este post es copia de otro ubicado en el blog http://maquinarias.blogspot.com/2009/02/asimov-y-el-estado-de-israel.html (el cual, por cierto, parece haber desaparecido misteriosamente). Tal afirmación es falsa y parece ignorar el hecho de que casi nada en esta entrada es material original, sino que bebe de la fuente acreditada (Yo Asimov, Memorias), cosa que parecen haber hecho también los autores del blog Maquinarias. Sin ánimo de entrar en polémicas absurdas consideraremos la insinuación de Menéame un mal chiste y para resarcirnos os ofrecemos otro documento impagable de Asimov. En una entrevista de los años 80 habla del futuro de la educación con una asombrosa clarividencia (espero que los de Youtube no nos acusen de plagio).