Minamata y el emperador (parte 2)
Este post completa la serie que iniciamos la semana pasada, y si en el primero hablábamos de Minamata, hoy vamos a hablar del emperador, pero no del emperador del Japón, sino del pez emperador. Del pez emperador y del atún, de la tintorera, del pez espada y de otros grandes peces, reyes del mar, grandes deprededadores.
La alerta
Hace unas pocas semanas la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) emitió un documento titulado “Recomendaciones de consumo de pescado para poblaciones sensibles debido a la presencia de mercurio” (pdf). Básicamente recomienda a las “mujeres embarazadas o que puedan llegar a estarlo”, mujeres en periodo de lactancia y niños de corta edad (entre 1 y 30 meses) evitar el consumo de pez espada, tiburón, atún rojo y lucio. Adicionalmente aconseja limitar su consumo en niños de 3-12 años a no más de 50 gr por semana o 100 gr cada dos semanas.
La recomendación se justifica en base a documentos de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (que se remontan al año 2004, ver) y de la Dirección General de Sanidad y Consumo de la Unión Europea (del año 2008, ver). En septiembre de 2010 la AESAN aprobó un “Informe en relación a los niveles de mercurio establecidos para los productos de la pesca”, estimando que una embarazada que ingiera una ración (100 g) semanales de pez espada estará superando la ingesta máxima tolerable de metil-mercurio, y del mismo modo, un niño de 7-12 años puede consumir sólo media ración de pez espada a la semana.
En el ecosistema acuático (por acción de las bacterias y las algas) el mercurio metálico se metila para dar lugar al metil mercurio que, a su vez, se incorpora a la cadena trofica (microorganismos –invertebrados acuáticos– peces). El metilmercurio no es soluble, y por ello se absorbe pero no se excreta, acumulándose en las vísceras, el tejido muscular y el tejido adiposo. Depredadores marinos como peces espada y tiburones, o aves rapaces como las águilas tienen concentraciones de mercurio en su organismo mayores que el valor que resultaría de considerar sólo la exposición directa. Especies en los niveles superiores de la cadena trófica pueden acumular concentraciones de mercurio diez veces mayores que las del organismo que consumen. Este proceso es llamado biomagnificación.
Como habíamos comentado en la primera parte el mercurio es un metal extremadamente neurotóxico, como pudieron certificar los niños y los adultos de Minamata. Por ello se entiende mal que esta recomendación llegue con tal retraso. Pero se entiende peor cuando salen a la luz ciertos detalles. En diciembre de 2003 el Instituto Español de Oceanografía (IEO) elaboró un informe oficial sobre el contenido de mercurio en muestras de estos peces obtenidas en el Atlántico y en el Índico. Dicho informe, que podéis consultar en todos sus detalles aquí fue calificado como “confidencial” y permaneció oculto hasta hace pocos meses. La organización ecologista Oceana tuvo conocimiento de la existencia del informe pero el IEO se negó a proporcionárselo, y Oceana inició un litigio de más de tres años que terminó cuando la Audiencia Nacional ordenó que el texto se hiciera público. Sólo entonces la AESAN se decidió a emitir sus recomendaciones.
Los oscuros intereses
Hemos leído en la web de Oceana que en 2006, el Ministerio de Medio Ambiente, junto con los gobiernos de Aragón, Galicia, Cantabria, Cataluña y Andalucía, acordó permitir la utilización de celdas de mercurio (que se utilizan para la producción de cloro) hasta 2020 para las empresas afincadas en su territorio, pese a que la Directiva Europea 96/61/CE exigía la eliminación de esta obsoleta y contaminante tecnología antes del 30 de octubre de 2007.
Las fábricas de cloro-álcali, que consumen un 30% del mercurio utilizado por la industria, son, junto con las plantas de energía que utilizan carbón y las incineradoras de basura, la principal fuente de contaminación de los océanos por este metal pesado.
Noche cerrada
Si leeis la etiqueta de las rodajas de pez espada congelado que venden en los supermercados veréis como con frecuencia han sido pescados en el Índico. En las costas de Somalia las empresas españolas y de un montón de países más obtienen pingües beneficios quitando el pan de la boca a quienes ya no tienen fuerzas ni para masticar. En medio de una de las más terribles hambrunas que se recuerdan, el gobierno español decide enviar una limosna a las ONGs que trabajan allí (con la patética oposición de quiénes sólo saben oponerse), y mientras tanto mantiene al ejército haciendo labores de gendarmería, defendiendo a “nuestras” empresas de los piratas, en lo que parece una Guerra Colonial encubierta en pleno siglo XXI.
La operación Atalanta (pobre Atalanta, que simboliza a la mujer contestataria que se rebeló contra todos los esquemas patriarcales, metida en estos fregados) fue aprobada por el Ministerio de Defensa en enero de 2009 y actualmente la aportación española es de 370 militares repartidos en una fragata, un patrullero y el destacamento aéreo ‘Orión’ desplegado en Yibuti, siendo el segundo país por detrás de Francia que más recursos aporta a esta “misión”. Durante el año 2010 la Operación Atalanta supuso para España un desembolso de 82,3 millones de Euros. !Qué tiempos aquellos en los que la disyuntiva era darles peces o enseñarles a pescar! Hoy la única opción es quitarles los peces…
Mientras tanto…
Y mientras el informe del IEO dormía en un cajón, los mares seguían llenándose de mercurio y en España nacían 500.000 niños, muchos de ellos expuestos a niveles excesivos de mercurio, con consecuencias impredecibles.
Y mientras nuestra indiferencia y nuestra comodidad nos mantenían confortablemente ignorantes y felices, el planeta se envenenaba y se volvía contra nosotros.
Y mientras los dueños del mundo juegan a ser dioses y hunden a estados enteros en la miseria, nos estamos dando cuenta de que nosotros, orgullosos occidentales que nos creíamos alguien, tal vez somos en realidad nadies. Y tal vez, como decía Galeano, valemos menos que la bala que nos matará. Tal vez ha llegado la hora de indignarse.
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