Desobediencia civil
Hay leyes injustas: ¿Nos contentaremos con obedecerlas o intentaremos corregirlas? ¿O las transgrediremos desde ahora mismo? Bajo un gobierno como este nuestro, muchos creen que deben esperar hasta convencer a la mayorÃa de la necesidad de alterarlo. Creen que si opusieran resistencia el remedio serÃa peor que la enfermedad. Pero eso es culpa del propio gobierno.¿Por qué no aprecia el valor de esa minorÃa prudente? ¿Por qué grita y se resiste antes de ser herido? ¿Por qué no anima a sus ciudadanos a estar alerta y a señalar los errores para mejorar en su acción?¿Por qué tenemos siempre que crucificar a Cristo y excomulgar a Copérnico y a Lutero y declarar rebeldes a Washington y a Franklin?
Se pensarÃa que una negación deliberada y práctica de su autoridad es la única ofensa que el gobierno no contempla; si no, ¿por qué no ha señalado el castigo definitivo, adecuado y proporcionado? Si un hombre sin recursos se niega una sola vez a pagar nueve monedas al Estado, se le encarcela (sin que ninguna ley de que yo tenga noticia lo limite) por un perÃodo indeterminado que se fija según el arbitrio de quienes lo metieron allÃ; pero si hubiera robado noventa veces nueve monedas al Estado, en seguida se le dejarÃa en libertad.
Si la injusticia forma parte de la necesaria fricción de la maquina del gobierno, dejadla asÃ, dejadla. Quizás desaparezca con el tiempo; lo que sà es cierto es que la máquina acabará por romperse. Si la injusticia tiene un muelle o una polea o una cuerda o una manivela exclusivamente para ella, entonces tal vez debáis considerar si el remedio no será peor que la enfermedad; pero si es de tal naturaleza que os obliga a ser agentes de la injusticia, entonces os digo, quebrantad la ley. Que vuestra vida sea un freno que detenga la máquina. Lo que tengo que hacer es asegurarme de que no me presto a hacer el daño que yo mismo condeno.
Henry David Thoreau, Desobediencia civil (1848)
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