Una banca de inversión se hizo con sus servicios como analista y Khan se quedó a vivir en Boston, lejos de su Lousiana natal. Gracias a Internet Salman pudo continuar su labor como profesor particular de Matemáticas de sus sobrinos en Nueva Orleans. Al principio utilizó herramientas como Yahoo Notepad, pero a medida que la demanda de sus servicios iba en aumento decidió que serÃa buena idea grabar en video sus charlas y asà sus alumnos podrÃan acceder a ellas cuando quisieran.
La ejecución del proyecto es sencilla y muy estimulante, y grandes mecenas de Internet (Google, Microsoft, y la Fundación Bill & Melinda Gates) han colaborado con sus billetes verdes a llevar aún más lejos el sueño de este joven de origen BengalÃ.
Sólo en contadas ocasiones aparecÃa públicamente para intentar corregir las desviaciones más graves de El Plan. Esta fue una de sus últimas apariciones:
Se explica asà la tendencia actual de los medios de comunicación al “sensacionalismo”, el afán de exagerar las noticias más insignificantes, de enunciar a bombo y platillo cualquier tema, cualquier problema viejo o nuevo.
Por tal razón las noticias, problemas y conceptos que difunden están ya manipulados desde el principio. La extrema rapidez con que han de elaborarse los programas en los medios de comunicación, por otra parte, los condena fatalmente a la superficialidad más absoluta.
Los medios de comunicación hacen “cultura” a su manera. Pero la sirven en dosis aplastantes y su fin no es el de instruir, sino el de condicionar: el resultado es la semicultura.[…]
Hoy, que tanto se habla de compromiso y de cultura, resulta inevitable que la gran mayorÃa de los hombres -privada de los conocimientos que les permitirÃa tener las ideas claras, los cuales, por otra parte, no los proporciona la escuela, ni tampoco los medios de comunicación- se refugie en la ilusión de saber, cuando no se simula saber. Los medios de comunicación se convierten asà en los ministros por antonomasia del reino de la semicultura.
El comportamiento de sus súbditos es comparable al de un bibliotecario que conociera los tÃtulos de todas las obras confinadas a su tutela, pero no su contenido, y que aún asà se creyera en la obligación de discutir las ideas de, pongamos, Kant, Leibnitz o Freud”
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