Los pecados del abuelo

Visto en el diario ABC de Madrid, allá por los años treinta del siglo XX
Visto en el diario ABC de Madrid, allá por los años treinta del siglo XX
Justo, escueto, ni más ni menos, perfecto
Ha habido una saga de médicos “Ramón y Cajal” desde su tiempo hasta el nuestro, y entre ellos varios catedráticos de universidad. Fueron sobrinos, sobrinos nietos y otros descendientes, con el apellido unido y en alguna de las ramas con el orden paterno-materno invertido, para conservarlo en la descendencia. No quiero decir con esto que la nota no fuera suya, que no lo sé. Pero hay constancia entre sus biógrafos en que don Santiago evitó siempre dar consejos médicos, sobre todo porque era una persona seria y se consideraba a sà mismo y con razón un profano en terapéutica. Respecto a errores claro que los tuvo y algunos en su propia materia. Afirmó por ejemplo, más de una vez, que nacÃamos hombres y animales, con una dotación determinada de neuronas, células que tenÃan como especificidad la falta de división mitótica. Y en condiciones fisiológicas, hemos visto años después, que en el cerebro también hay células madres, con potencialidad reproductora.
“Parece ser que entonces se utilizaba con fruición el nombre del sabio para todo sin que él se beneficiara de nada. No creo que cobrara un duro ni que pudiera hacer nada, la ley no era como ahora. Era el precio de la fama. Lo que es seguro es que Ramón y Cajal no prescribÃa nada.”
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