El dilema de los aneurismas cerebrales no rotos
Con la proliferación de las pruebas radiológicas cerebrales no es nada raro encontrarse de modo incidental con aneurismas no rotos, que no han dado ningún sÃntoma al paciente y que dudosamente lo harán en el futuro (su prevalencia en series de RM es del 1-2%, y en series necrópsicas del 1-9%). El impulso inmediato es enviar al paciente para su extirpación o embolización, dada la gravedad que comporta la hemorragia subaracnoidea, su consecuencia más temible. Pero ¿es eso lo mejor para el paciente? ¿es la relación entre el beneficio esperable y el riesgo asumido favorable en el caso de los aneurismas incidentales?
Recientemente en el blog El Comprimido reflexionaban sobre los efectos adversos de los fármacos, sobre el hecho cierto de que los médicos pensamos más en los beneficios potenciales y menos en los riesgos intrÃnsecos a la prescripción de los remedios que administramos. Y si esto es cierto para los fármacos, no lo es menos para las intervenciones quirúrgicas, sobre todo cuando tienen un carácter preventivo.
Volviendo a los aneurismas no rotos, diversos trabajos han permitido establecer factores de riesgo asociados a la probabilidad de padecerlos y también a la probabilidad de sufrir una hemorragia subaracnoidea. Los recogemos en la siguiente tabla:
El abordaje del problema (la decisión de qué hacer con ellos) debe fundamentarse en dos pilares: el conocimiento de la historia natural de la enfermedad y el conocimiento de los efectos adversos de nuestras técnicas terapéuticas. Para responder a estos dos interrogantes es preciso acudir a las fuentes bibliográficas.
La historia natural
El trabajo más solvente sobre historia natural de los aneurismas intracraneales no rotos es el International Study of Unruptured Intracranial Aneurysms que se publicó en Lancet en el año 2003 y valoró a más de 4000 pacientes en 61 centros de Canadá, Europa y Estados Unidos, siguiéndolos durante una media de 4.1 años.
Los investigadores establecieron el riesgo de hemorragia subaracnoidea en función de la localización y el tamaño del aneurisma, con cifras que oscilaban entre un 0% y un 50% de riesgo de ruptura a los 5 años. Los datos detallados se recogen en la siguiente tabla:
Operativamente se pueden establecer tres grupos en función de su riesgo estimado, siendo este bajo, medio o alto, tal como puede verse en la siguiente tabla:
Los tratamientos
Durante los últimos años el tratamiento endovascular ha venido ganando terreno a la cirugÃa convencional y hoy en dÃa constituye el abordaje preferente de la mayorÃa de los aneurismas incidentales. En la evaluación de los riesgos inherentes al intervencionismo tiene mucho peso la pericia de los radiólogos que realizan la técnica en cada centro concreto. No obstante los estudios observacionales multicéntricos tienen un gran valor orientador. El mayor estudio presentado hasta la fecha es el estudio ATENA, que se publicó en Stroke en 2008, y que evaluó los efectos adversos registrados en 649 pacientes con aneurismas incidentales intervenidos mediante técnicas endovasculares en 27 centros de Francia y Canadá durante los años 2005 a 2007.
Los efectos adversos registrados en el primer mes tras el procedimiento por el equipo intervencionista fueron los siguientes:
Complicaciones tromboembólicas: 7.7%
Complicaciones hemorrágicas: 7.2%
Complicaciones técncias: 3.1%
Globalmente considerados, el 5.1% de los pacientes empeoraron su puntuación en la escala modificada de Rankin, incluyendo un 1.4% de mortalidad.
Como se puede advertir, las técnicas intervencionistas no son inocuas, por lo que la intervención sistemática de los aneurismas incidentales no parece una buena polÃtica. En el caso de aneurismas de menos de 7 mm la decisión debe ser individualizada, pero probablemente sólo los pacientes más jóvenes se beneficiarÃan de la intervención. En el otro extremo, los aneurismas de más de 12 mm deberÃan intervenirse a menos que las comorbilidades del paciente lo desaconsejen. Entre ambos extremos, los aneurismas de 7-12 mm deberÃan considerarse para tratamiento en pacientes jóvenes, o en determinadas localizaciones que incrementan su riesgo de sangrado.
Otros factores a considerar
Si bien los mencionados hasta ahora son factores que deben orientar nuestras decisiones, hay otros que no deben ser perdidos de vista: el incremento de la talla del aneurisma o el hecho de que produzcan sÃntomas compresivos deben invitar a su tratamiento, asà como la existencia de una historia familiar de aneurismas rotos.
Seguimiento
Si una vez considerados cuidadosamente los beneficios y los riesgos de la intervención, la decisión adoptada por médico y paciente es de no intervernir, será necesario planificar un protocolo de seguimiento. La mayorÃa de expertos coinciden en la necesidad de realizar controles de angioRM o angioTAC con periodicidad anual durante tres años, y posteriormente con carácter bianual.
Deja un comentario