Godfrey Hounsfield y el EMI Scanner Episodio 3: 1972
Oficinas centrales de EMI en Londres
Godfrey Hounsfield esperaba a la entrada de la sala de juntas de las oficinas londinenses de EMI. Aquella mañana se reunirían para hablar de los planes de comercialización del Scanner que Hounsfield y su equipo habían desarrollado los últimos años.
Se sentía bastante cansado. Acababa de llegar de un largo viaje a Chicago. James Ambrose había presentado el Scanner ante la Sociedad Radiológica de Norteamérica en el lujoso hotel Hilton Palmer House. Sentado en aquella incómoda butaca, bajo un retrato gigante de Paul McCartney, pensó que ver a James presentando la máquina ante aquella marabunta de radiólogos se parecía bastante a una actuación de los Beatles.
A pesar de la enorme expectación despertada por el scanner Godfrey no estaba satisfecho. Sabía que la máquina tenía que mejorar mucho antes de sacarla al mercado. Hasta ahora sólo habían fabricado 5 aparatos, todos ellos encargados por el Departamento de Salud, basados en el prototipo original. Tenía que conseguir reducir el tiempo de escaneado sin perder en resolución, y probablemente con aumentar el número de detectores no fuese suficiente. Además tenía que mejorar las computadoras de las consolas para que el porcesado fuera más rápido.
El problema era que todo eso aumentaría el precio de la máquina, y no sabía si la junta de EMI lo aprobaría. La empresa había conseguido un enorme superávit con las ventas de discos de The Beatles, así que tenían dinero de sobra en sus arcas listo para gastar. Godfrey esperaba el apoyo de Leo Brodway, jefe del Laboratorio de Investigación, aunque éste siempre intentaba recortar (sin demasiado éxito) los costes de sus experimentos.
En la sala de juntas, vacía aún, las últimas notas de “Blackbird” dejaban paso a “Piggies”. Enseguida reconoció el White Album de los Fab Four, su disco favorito junto con Abbey Road. Estaba tan concentrado escuchando “Rocky Racoon” que no oyó las pisadas de los directivos que se acercaban.
A la cabeza de todos iba John Powell, que pasó a su lado a toda velocidad dedicándole una sonrisa que le heló la sangre. Powell era directivo de Texas Instruments y había sido el fichaje estrella de la cúpula directiva de EMI el año anterior. Era un tiburón de las finanzas. Godfrey pensaba que la reunión sería algo informal entre técnicos y comerciales, por lo que no esperaba la presencia del nuevo Director Técnico. Tuvo un mal presentimiento. Entre el grupo que seguía al director estaba su amigo Don Tyzack, que venía hablando con Leo Brodway. Aliviado por encontrarse con alguien de confianza Hounsfield se acercó a ellos. Tyzack le estrechó la mano cordialmente, pero Brodway le evitó de forma poco disimulada. Don trató de quitarle hierro al asunto contándole a Godfrey una anécdota del laboratorio, pero todos sus sistemas de alerta estaban ya activados. Algo iba muy mal. Mientras entraban en la sala sacó una píldora para la acidez de estómago y se la tragó.
La primera hora de la reunión fue un castigo insoportable para Hounsfield. Un contable al que nunca había visto antes hacía un repaso exhaustivo de los gastos de cada uno de los proyectos principales. El capítulo dedicado al EMI Scanner le había parecido indignante. En ningún momento hacía referencia a los fondos proporcionados por el Departamento de Salud, por lo que el balance del proyecto ofrecía un déficit escandaloso. Era inadmisible. Godfrey iba a intervenir, pero en ese momento John Powell se puso en pie.
-Señores, me he cansado de perder el tiempo. Todos sabemos lo que vamos a discutir aquí. La pregunta no es si el Scanner del señor Hounsfield es algo caro, muy caro o desorbitadamente caro, porque esa pregunta se la puedo contestar a todos ustedes ahora mismo: es “medio-millón-de-libras” caro. La pregunta que vamos a contestar hoy aquí es: ¿vamos a gastar el dinero de EMI en este cacharro o no?- John Powell se quedó mirando fijamente a los sorprendidos asistentes, haciendo un gesto con las manos que invitaba a tomar la palabra.
Godfrey estaba mareado. Jamás se le había pasado por la cabeza que EMI no fuera a comercializar el Scanner. Tenía sus dudas sobre los recortes en materiales, número de detectores, tamaño… pero no se había imaginado que la empresa pudiera decidir no fabricarlo. Buscó otra pastilla en su bolsillo, pero el bote estaba vacío.
Nadie tomaba la palabra. Hounsfield vio como varias personas miraban a Brodway, quien al ver que nadie tomaba la palabra se puso en pie.
-Creo que hablo por todos aquí al decir que el TAC es una máquina revolucionaria. De eso nadie tiene ninguna duda. Pero si me preguntáis si es el producto que más le conviene a EMI os diré que mi opinión es que no. Y os diré los dos motivos por los que nos puede llevar a la ruina comercializar este producto tan caro: la primera es que EMI nunca se ha dedicado al mercado de la medicina. Fabricamos pequeños aparatos electrónicos y máquinas para el ejército. Conocemos esos mercados y en ellos nos movemos como peces en el agua. Pero ¿qué sabemos nosotros de la medicina? Tendríamos que dedicar muchísimos recursos sólo a investigar las características y necesidades de los hospitales. Es demasiado arriesgado.- Leo miró a su alrededor asintiendo con la cabeza como si buscara la aprobación de los demás. Varios de los ejecutivos le respondieron con el mismo gesto. Powell siguió con su argumento -La segunda razón es el mercado americano. La única forma de amortizar la inversión es vender en América, y eso si que es un mercado desconocido para nosotros. No tenemos sucursales allí. Sería un caos organizativo dividirnos a cada lado del Atlántico. Es un pez demasiado grande para nosotros.- Hounsfield no daba crédito a lo que oía.
-Leo, no lo entiendo. ¿Qué es lo que quieres?¿Que desinventemos la máquina? El Departamento de Salud nos ha encargado cinco más, ¿van a ser las últimas? ¿o es que tampoco quieres que hagamos esas?.No entiendo nada.- se sentía derrotado. Clavó su mirada en Brodway, pero éste no se atrevía a mirarle a los ojos. A su lado Don Tyzack parecía indignado y miraba fijamente a la mesa.
-Lo que propongo es licenciar la máquina a otras compañías y cobrarles un porcentaje de los beneficios. “No libres batallas que no puedas ganar” Sun Tzu, Arte de la Guerra- dijo Leo Brodway mirando hacia John Powell en la cabecera de la mesa. Godfrey se imaginó por dónde le metería el arte de la guerra al Jefe de Investigación, incluso cómo se vería el resultado de esa intervención en un scanner, pero no llegó a decirlo en voz alta. Powell medió al ver que subía la tensión del ambiente.
-Muchas gracias por su colaboración, Brodway. ¿Alguien más quiere aportar algo?- dijo Powell mirando de unos a otros.
Housnfield vió como Tyzack miraba hacia él gesticulando disimuladamente pidiéndole que se calmara. Godfrey pensó en levantarse y dejar la reunión. Pasaron unos segundos antes de que nadie hablara.
-Entonces voy a tomar la palabra y explicaros mi opinión. Yo creo que llegará un día en que cualquier neurólogo o neurocirujano tendrá el deber moral de realizar un scanner a sus pacientes antes de hacer cualquier diagnóstico o tratamiento. Tenemos que invertir para hacer que ese día llegue. Y debemos ser nosotros quienes controlemos toda la producción de nuestros aparatos, nada de licencias. Hay dos importantes razones para hacerlo. La primera es que no tenemos ningún producto médico y ya es hora de independizarnos de las ganancias música, así que radiología me parece un buen comienzo. Será un caballo de Troya para extendernos al campo del equipamiento médico: ordenadores, radioterapia… La segunda razón es América. ¿Conocen la historia de los dos vendedores de zapatos?- Nadie contestó, pero había captado la atención de toda la sala.- Una empresa de zapatos de Manchester envió a principios de siglo a dos vendedores a Africa, para intentar exportar su producto a las colonias inglesas. El primero de los vendedores escribió un telegrama a su jefe: “situación desesperada. Stop. Nadie usa zapatos”. Poco después el segundo escribió otro telegrama: “Increíble oportunidad. Nadie tiene zapatos todavía”. Creo que todos sabemos cuál de los dos vendedores es usted.- Powell miraba condescendientemente a Brodway, que se deshinchaba poco a poco en su asiento.
-¿Alguien se ha tomado la molestia de hacer un predicción de ventas en los Estados Unidos?- Powell caminaba rodeando la mesa.
Un ayudante de Brodway buscaba en sus libretas de forma frenética mientras pedía la palabra.-Hemos calculado que podríamos llegar a cinco los primeros dos años, señor Powell.-
-Señor Brandt, ¿está usted seguro de que le llega bien la sangre al cerebro? Ha sacado esos datos de la misma carpeta de ideas brillantes que Leo Brodway.- Éste estaba rojo de ira, pero no se atrevió a decir nada.
-Pero es la previsión que nuestros analistas…- Powell no le dejó acabar.
-¿Alguien sabe decirme cuántos hospitales hay en Estados Unidos?- El Director Técnico seguía caminando alrededor de la mesa mientras esperaba la respuesta.
-1500, señor Director.- Brandt intentaba resarcirse.
-A día de hoy Estados Unidos cuenta con más de 7000 hospitales.- Powell parecía perder la paciencia. – De esos 7000 centros 500 son grandes hospitales con más de medio millar de camas.- Tomó aliento y se quedó mirando fijamente a Hounsfield.
-Supongamos que sólo 1 de cada 3 de estos hospitales decide comprarnos un scanner. Estaríamos hablando de más de 100 máquinas. Y creedme, una vez que un hospital adquiera el aparato, los centros del mismo tamaño también querrán que el tío Sam les regale uno a ellos. Será como una epidemia. Podemos conquistar América con su máquina, Doctor Hounsfield.- Powell sonreía satisfecho.
-No soy Doctor, señor Powell- fue como un resorte en su interior el que contestó.
-¿Cómo dice?- el Director Técnico seguía sonriendo.
-Que sólo soy un técnico, yo no he ido a la Universidad, ni soy Doctor.- Godfrey se preguntaba si detrás de esa primera fila de dientes habría más hileras de afilados colmillos.
-Hounsfield, si su scanner vende la mitad de lo que pienso que puede vender, por lo que a mi respecta no sólo es Doctor Cum Laude sino que yo mismo lo nombro Caballero de la Mesa Redonda. Así que coja sus cosas, baje al laboratorio, y prepare esa preciosidad para freír cerebros yankees que yo me encargo de que estos chupatintas voten a favor.- Powell volvió a su sitio silbando una canción que Hounsfield era incapaz de reconocer.
Godfrey miró alrededor. Casi todos parecían tan extrañados como él por lo que acababan de presenciar. Tyzack le sonreía, Brodway y su ayudante no levantaban la cabeza de sus papeles. Pensó que sería mejor hacer caso a Powell así que cogió sus carpetas y se levantó. Mientras atravesaba las puertas se dio cuenta de que todavía sonaban The Beatles en la sala, era la versión rápida de “Revolution”, la cara B de “Hey Jude”. La del disco blanco no le gustaba, era demasiado lenta. Probablemente por eso no la había reconocido en los silbidos de Powell.
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