09/
01/
12
El juramento
Ante la mirada de nuestras hermanas y hermanos, juramos por nuestra conciencia permanecer Ãntegros y ser leales a todos aquellos que sufran y nos necesiten.
Juramos que nunca, bajo ningún pretexto, negaremos nuestra atención a aquella o aquel que lo necesite, y que nunca venderemos a un alto coste el saber del que somos depositarios.
Cuando seamos recibidos en el interior de las casas, nuestros ojos no juzgarán lo que vean, pero tampoco se desviarán de los padecimientos infligidos; nuestra lengua no traicionará los secretos que nos sean confiados, pero no permanecerá muda si hace falta a apoyar a las vÃctimas y llamar a la rebelión contra quienes las oprimen. Nunca utilizaremos nuestros conocimientos o nuestra experiencia como médicos para manipular, explotar, maltratar, experimentar o ejercer la menor presión sobre nadie en beneficio de quien quiera que sea. Y nunca dejaremos a quien quiera que sea actuar asÃ, con el pretexto de la atención médica, sin alzarnos contra él. Incluso, y sobre todo, si se trata de un médico.
Sintiendo el debido respeto y agradecimiento hacia nuestros maestros -tanto los que padecen como los que los atienden-, juramos transmitir a todos aquellos que nos lo pidan la instrucción que nos ha sido confiada y la experiencia que hayamos adquirido.
Ojalá seamos siempre dignos de prestar nuestros cuidados y de merecer la confianza de aquellos que los reciben. Ojalá podamos ofrecer a la vida y a los seres humanos tanto como ellos nos dan.
Y que nos arranquen los ojos, la lengua y el corazón si traicionamos este juramento.
Martin Winckler. Los tres médicos
11/
08/
11
“Cómo decirles que a atender a la gente no se aprende bolÃgrafo en mano, sino con los ojos en los labios y los dedos en la piel y la boca en la oreja y en mi cuerpo y tu cuerpo.
Cómo decirles que atender es como vivir, no se espera a que hayamos aprendido, se hace ya, sin más.
Cómo decirles que a atender se aprende con los demás, con todos los demás: los que admiramos, los que detestamos, los que nos repelen y los que nos atraen, aquellas y aquellos que nos asustan y nos maltratan, aquellos que nos rodean y aquellos que nos son hostiles, nuestros amigos nuestros enemigos nuestros hermanos nuestras hermanas aquellos que están sentados a nuestro alrededor y a quienes no conocemos, y todos tienen algo que decirnos, basta con que queramos aguzar un poco el oÃdo, no tendrÃamos más que tocarles con el dedo.
Cómo decirles que se aprende a atender a la gente siendo uno mismo, porque ahà reside todo, en mi cuerpo hecho para gozar y sufrir, que se parece al cuerpo del otro, y sólo de ahà podremos sacar fuerzas para entender qué estamos haciendo aquÃ, ¡coño! Porque tu cuerpo, mi otro yo, me sigue resultando extraño aunque me pierda dentro, y es en el mÃo -y sólamente en el mÃo- donde siento, donde sé si tú sufres, si gozas, si te cuido o te martirizo.
Cómo decirles que atender a la gente es como escribir: se hace constantemente, incluso cuando no se atiende, al estar preocupados por lo que nos rodea, al pensar cada segundo en el otro en lo que le hace sufrir en lo que pueda aliviarle.
Cómo decirles que se atiende como se escribe: con nuestro deseo y con nuestra cólera.
No sé cómo voy a decirles todo eso. No sé si sé lo que tengo que decir reviste el menor interés. No sé si frente a los discursos de todos los capitostes, de todos los profesores que han sentado cátedra aquÃ, mi palabra contará algo. Sé lo que les dirán: Un médico siempre es un médico; y yo replicaré: es falso, no lo olvidéis, no siempre habéis sido médicos. Sé que les dirán: En todo médico hay un investigador, un maestro, un galeno; y yo les diré: es posible, pero jamás consintáis que el saber amordace vuestros sentimientos, no busquéis vuestro lucimiento a costa del que padece, no olvidéis tampoco que en cada médico hay tres personas: la que siente, la que duda, la que comparte. No olvidéis, por último, que no están por un lado los médicos y por otro el resto; sólo están la vida y las palabras de los humanos, los humanos que las dicen, los humanos que las leen y las repiten…”
El texto pertenece al libro Los tres médicos, de Martin Winckler. La foto es de Andrés Gaspar, que la comparte en Flickr.
05/
03/
10
Lecturas de un insomne
Atender es respetar.
El médico que trata a los otros médicos como subalternos es un canalla,
el médico que guarda su saber sin compartirlo con aquellos que lo necesitan es un estafador,
el médico que se sirve de su bata para ejercer el poder es un criminal,
el médico que reserva su lealtad para sus colegas es un golfo.
El médico que se respeta y respeta a los demás no se contenta con hacer servilmente lo que le han enseñado
sino que se pregunta cada dÃa si no puede mejorar,
sin tomarse nunca por Dios.
Porque no lo hay.
Los Tres Médicos. Martin Winckler, 2004
Editores:
Contacto:
RSS:
Neurobsesion en: