Entradas ‘John Berger’

Sinfonía del Nuevo Mundo

06/ 01/ 11
Emigrantes en el puerto de Vigo

Esta es una de esas mañanas extrañas, en las que uno se siente (o se sentía, cuando era más joven) solidario con el resto del mundo. Solidario en la emoción de dar y recibir. Con el tiempo la emoción se diluye, uno entiende que la solidaridad es otra cosa, algo que no puede ocurrir sólamente los seis de enero, y esta coartada planetaria se vuelve un acto más íntimo y humilde. También entiende que dar y recibir son actos privilegiados que sólo son posibles para los que tienen.

Nuestro regalo de Reyes, el de hoy, es un trozo de una sinfonía, una de las más bellas que conocemos. El texto que sigue a continuación, y que sirve de presentación a la música, fue escrito hace algunos años por John Berger y reeditado recientemente en un libro que recopila diversos textos del autor. Se llama “Con la esperanza entre los dientes”

Hace poco más de un siglo que Dvorak compuso su Sinfonía del Nuevo Mundo. Cuando la escribió, era director de un conservatorio de música de Nueva York, y la propia sinfonía le llevó a componer, ocho meses después y todavía en Nueva York, su sublime Concierto para Violoncelo. En la Sinfonía, las colinas que se pierden en el horizonte de su Bohemia natal se convierten en las promesas del Nuevo Mundo. No es grandilocuente, pero sí insistente y ruidosa, pues describe los anhelos de quienes carecen de poder, de aquellos a quienes se denomina erróneamente ‘pueblo llano’, de aquellos a quienes estaba destinada la Constitución estadounidense de 1787.

Pocas obras de arte que yo conozca expresan de una forma tan directa y, sin embargo, tan brusca (Dvorak era hijo de campesinos, y su padre soñaba con que se hiciera carnicero) las creencias que llevaron a una generación tras otra de inmigrantes a convertirse en ciudadanos estadounidenses.

Para Dvorak, la fuerza de esas creencias era inseparable de una ternura característica, de ese respeto por la vida que se ve por doquiera que se mire en la intimidad de los gobernados (a diferencia de los gobernantes). Y con este mismo espíritu fue recibida la Sinfonía cuando se interpretó por primera vez el 16 de diciembre de 1893 en el Carnegie Hall.

En una ocasión le pidieron a Dvorak su opinión sobre el futuro de la música norteamericana, y él recomendó a los compositores estadounidenses que escucharan la música de los indios y los negros. La Sinfonía del Nuevo Mundo expresa un optimismo sin fronteras, que, paradójicamente, es acogedor, pues gira en torno a la idea del hogar. Una paradoja utópica.

El poder del país que inspiró esas optimistas esperanzas ha caído hoy en las manos de una camarilla de fanáticos (que quieren limitarlo todo, salvo el poder del dinero), de ignorantes (que sólo reconocen la realidad de su poder armamentístico), de hipócritas (que en sus juicios éticos utilizan dos medidas, una para nosotros, otra para ellos) y de crueles maquinadores que proyectan los B52.