12/
07/
10
Este fue el momento en que todo nuestro paÃs cogÃa aire. Millones de personas pegadas al televisor. Andrés Iniesta controla el pase de Cesc. En un instante desfilan ante nuestros ojos las derrotas de todos los mundiales anteriores. Cada uno recuerda las de su generación. Andrés deja botar el balón. Todo el partido hemos sabido que aunque juguemos como nunca podemos perder como siempre. Estos Holandeses han jugado muy sucio, pero a la mÃnima nos pueden marcar un gol. Iniesta se coloca para el remate. El Jabulani hace cosas muy raras, parece que se le escapa. En el último momento le pega con todo el empeine cruzándola al palo largo. Estekelemburg roza el balón. Parece que tarda una eternidad en llegar, pero cuando el balón choca con la red el paÃs entero se vuelve loco. Desde Oliver Aton a Luis Enrique sangrando por la nariz, todo el fútbol que hemos visto en nuestras vidas queda condensado en este gol. Hemos ganado un Mundial. Somos Campeones.
25/
12/
09
Lo que el ojo no ve
En uno de sus textos breves Eduardo Galeano, gran escritor uruguayo, decÃa lo siguiente:
La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegrÃa de jugar porque sÃ.
En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable. A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana: bailarÃn que danza con una pelota leve como el globo que se va al aire y el ovillo que rueda, jugando sin saber que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez.
El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegrÃa, atrofia la fantasÃa y prohibe la osadÃa.
Por suerte todavÃa aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad.
Hoy os presentamos un estupendo cortometraje realizado por el director asturiano José Braña sobre un texto original de Maxi RodrÃguez, que también interpreta al protagonista principal. Tanto el guión como la realización y el trabajo interpretativo son excelentes (no os perdáis la aparición estelar de Quini, que ye un mito). Después de verlo uno está seguro de que Eduardo Galeano nunca jugó al fútbol en El Pedroso.
Y, por cierto, feliz Navidad a todos.
Editores:
Contacto:
RSS:
Neurobsesion en: