Private public science
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-¿Doctor, puedo hacerle una pregunta?-
Casi imperceptiblemente el médico miró su reloj, llevaba dos pacientes de retraso -Por supuesto.-
-Yo se que tiene mucha experiencia tratando a pacientes con mi enfermedad, y no cuestiono su profesionalidad, se lo pregunto por pura curiosidad: ¿Dónde estudia usted mi enfermedad?-
-¿Cómo que dónde?¿Se refiere a en qué sitio?-
– Lo he formulado mal, disculpe. Me refiero a de dónde saca usted información de mi enfermedad.-
– Ah, bueno… pues no se… principalmente libros de NeurologÃa.-
– Entiendo, entiendo. No se moleste, doctor pero ¿quién escribe los libros?. Quiero decir, ¿De dónde saca la información la persona que escribe los libros?-
Por un momento el médico pensó que le estaban tomando el pelo.- Pues sobre todo de artÃculos de revistas y de otros libros.- El médico miró el reloj. Llevaba ya una hora de retraso.
-Ah, revistas, claro. Pero, hay una cosa que no entiendo: ¿Quién escribe en las revistas?-
-Las revistas tienen un comité editorial y seleccionan entre los artÃculos que se envÃan aquellos más interesantes o que consideran más adecuados para la lÃnea de cada revista.-
-Me tiene que perdonar Doctor, pero ¿quién envÃa esos artÃculos?-
-Pues cualquiera que quiera que se le publique un artÃculo. Por supuesto hay que seguir una metodologÃa cientÃfica y respetar las normas de la revista, porque si no el artÃculo será rechazado. Pero cumpliendo esas normas cualquiera puede enviar un artÃculo a cualquier revista, yo mismo por ejemplo, acabo de enviar una artÃculo a una revista americana.
-No se lo tome mal, se lo pregunto por auténtica curiosidad, pero ¿qué interés puede tener usted en mandar un artÃculo?¿Le pagan dinero?
-No, lo cierto es que incluso tendrÃa que pagar si me lo publicasen, porque quiero incluir un gráfico en color. Y los estudios podrÃa decirse que están pagados por los organismos públicos, como el Hospital o la Universidad, no por las revistas. La razón por la que quiero publicar (además del interés divulgativo, por supuesto) es que la publicación es uno de los factores fundamentales de mi curriculum. El año que viene convocan una oposición de plazas en la sanidad pública y las publicaciones cientÃficas cuentan muchÃsimo.
-¿Y yo podrÃa leer esas revistas? Nunca las he visto en los quioscos. –
-En general no. PodrÃas suscribirte a alguna de ellas, pero son tan caras que solemos pedir acceso a través del Hospital o la Universidad. Ni siquiera asà podemos acceder a todas ellas. Reconozco que hay algunas gratuitas, pero suelen tener menos prestigio y no suelen tener mucho interés.
– Perdone otra vez más, pero hay algo que no he entendido bien. Usted dice que la forma de conocer la información nueva de mi enfermedad es a través de revistas cientÃficas (o de libros escritos a partir de ellas). Las instituciones potencian que sus trabajadores escriban en estas revistas valorándolo en oposiciones y financiando su investigación. ¿Es correcto hasta ahÃ?-
-Si, en general es correcto.-
-Pero luego cuando lo quieren publicar lo envÃan a revistas de pago a las que gente de otros centros tendrá que pagar para poder acceder, ¿y me dice que es simplemente por prestigio?.
-Bueno, podrÃa decirse que sÃ.-
-¿Y podrÃa darse la situación en la que si usted publica en una revista a la que no esté suscrito su Hospital…un estudio financiado por este centro que es público…el propio Hospital no pueda acceder a este artÃculo una vez salga la revista?-
-No sabrÃa decirle, supongo que si el Hospital pagase el artÃculo…
-¿Y no le parece un poco absurdo, doctor?-
-Pues mire, entiendo que le puede parecer un poco raro, pero asà es como son las cosas y no las vamos a cambiar ni usted ni yo. Si me disculpa llevo mucho retraso y hoy tengo veinte revisiones de pacientes que estarán esperando para entrar.-
-Desde luego, lo entiendo perfectamente doctor, perdóneme acosarle con tantas preguntas. Un millón de gracias por su paciencia.- El paciente se levantó con dificultad y agarró el bastón.
-No se preocupe, pida una revisión para dentro de un año-. El Doctor sujetaba la puerta y mantenÃa una sonrisa un poco forzada.
-Muy bien, hasta otra ocasión Doctor..-
El médico se dirigió a su mesa y abrió el navegador. HabÃa estado buscando un artÃculo que no estaba disponible en su hospital, pero tenÃa una clave que le habÃa pasado un compañero de otro hospital. Sonrió al ver que la descarga habÃa finalizado. Miró el listado de pacientes y avisó para que pasaran al siguiente. Seis primeras visitas y veinte revisiones en una mañana. La crisis, se dijo, la crisis.
El ministro de ciencia inglés lo tiene claro
Esta ficticia consulta ilustra el sinsentido al que hemos llegado en el mundo de las publicaciones cientÃficas. PodrÃamos dedicar todo el blog a discusiones sobre este tema, asà que de momento hoy os dejamos con lo que parece una estupenda noticia en la pérfida Albión: el ministro de ciencia británico apuesta por el open acces.
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