Hans Berger, la telepatía y la invención del electroencefalograma

05/ 07/ 10
Hans Berger

MALOS TIEMPOS

Nazis en Berlín

Estamos en 2009, en la ciudad de Berlín. Visitamos el Museo Histórico de la Ciudad. En el tramo final de la visita, iniciado el siglo XX, la ruta baja por varios tramos de escaleras. En el primero miles de rostros sonríen desde fotos en blanco y negro. En el segundo hay huecos: emigrado, emigrado. En el tercero más huecos: emigrado, asesinado, suicidado, deportado. En el cuarto la negrura se adueña de la pared. Los rostros ya no sonríen.

Estamos en 1941. Primer día de junio. El cuerpo de un hombre de 68 años, calvo y con bigote, cuelga de una soga. Hans Berger ha muerto. Otro hueco en la pared.

HANS BERGER, NEURÓLOGO

Nacido en Turingia, Alemanía, en 1873, hijo único de un médico y nieto de un famoso poeta, Hans Berger estudió medicina en varias Universidades de su país y con la tinta del título aún fresca consiguió un puesto de asistente en el Hospital Neuropsiquiátrico de Jena en el año 1897, a las órdenes de Otto Binswanger. Allí pasó por todos los escalafones de la vida académica hasta convertirse en 1916 en sucesor de su maestro como Director del Hospital, y en 1927 en rector de la Universidad.

Dirigió el Hospital hasta 1938 y sufrió durante sus últimos años, en medio del infierno nazi, una profunda depresión que lo condujo finalmente al suicidio. Quienes lo conocieron lo describían como la quintaesencia del académico: puntual, estricto, reservado y exigente, modelo de modestia y honestidad.

HIPÓTESIS, COMPROBACIÓN, CONCLUSIÓN

Nova acta leopoldina

Su trabajo es un ejemplo perfecto de cómo el método científico, en manos de un investigador honesto, puede conducir a conclusiones revolucionarias partiendo de hipótesis totalmente erradas. Al principio de su trabajo en Jena se interesó vivamente por las bases físicas de la psicología, investigando el problema de la “energía psíquica”. En este empeño (y después de intentar demostrar sin éxito una relación entre la temperatura cerebral y la actividad psíquica) se convirtió en un neurofisiólogo autodidacta y comenzó a registrar la actividad eléctrica espontánea en cerebros de perros y gatos. Al parecer llevaba a cabo sus estudios casi en secreto, fuera del horario laboral, por lo que sus colaboradores comenzaron a temer por su salud mental. A ello contribuyeron sus conferencias sobre telepatía, que creía explicable por la propagación de las ondas cerebrales.

El 6 de julio de 1924 Hans Berger fue capaz de registrar la actividad eléctrica cerebral de su hijo Klaus. Había realizado el primer electroencefalograma de la historia. Sin embargo la comunidad científica acogió su hallazgo con escepticismo, juzgando que las ondas cerebrales del Dr. Berger no eran más que artefactos, y ridiculizándolo en numerosas ocasiones. Y fue entonces cuando salió a relucir otra de las grandes virtudes de Hans: su perseverancia. Donde otros hubiéramos claudicado, él insisitió. En los diez años siguientes publicó una quincena de artículos sobre distintos aspectos de su técnica y fue en el Congreso Internacional de Psicología de París en 1937 cuando recibió el reconocimiento de sus colegas, si bien hasta los años 50-60 del siglo XX no se generalizaría la electroencefalografía, con el perfeccionamiento tecnológico.

EEG de Klaus

CONSTRUYENDO UNA CIENCIA

Inicialmente registró la actividad eléctrica de cerebros expuestos en procedimientos quirúrgicos o a pacientes que habían sufrido heridas en la cabeza durante la Primera Guerra Mundial y, más tarde, a través del cráneo intacto. Estudió concienzudamente las ondas cerebrales de numerosos trazados, incluyendo 73 estudios realizados a su hijo y 56 a si mismo. Así fue capaz de sentar las bases interpretativas de la naciente técnica, extrayendo numerosas y muy acertadas conclusiones. Estas son algunas de ellas:

• Describió las ondas alfa y beta, generadas por el córtex cerebral de los sujetos sanos
• Comprobó cómo las ondas alfa desaparecían con la apertura palpebral dando paso a las beta, y cómo este fenómeno se reproducía en respuesta a otros estímulos sensoriales. Así, concluyó que el ritmo alfa era la actividad fundamental del córtex cerebral.
• Describió las particularidades del EEG de los recién nacidos y de los ancianos
• Describió el EEG isoeléctrico “cuando toda actividad cerebral ha finalmente cesado”
• Describió los efectos de los narcóticos sobre el EEG
• Comprobó los cambios en el EEG en pacientes con hemorragias cerebrales, tumores, contusiones
• Describió los ritmos interictales, con su característica depresión del trazado, de pacientes con epilepsia del lóbulo temporal y también la respuesta a la hiperventilación, si bien nunca fue capaz de registrar una crisis de gran mal.
• Registró la actividad cerebral durante una crisis de ausencias (punta-onda a tres ciclos por segundo).

Tumba de Hans

Poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial fue candidato al Premio Nóbel. Sin embargo renunció a él para evitar su instrumentalización por el régimen nazi, con el que nunca simpatizó. En 1936 las autoridades le retiraron de su cargo y le prohibieron investigar. Sus biografías no son muy explícitas en este punto ni en los problemas que experimentó a partir de entonces. Sólo dicen que su carácter depresivo no pudo soportar aquella situación y acabó con su vida en el año 1941.

Estamos en 2010 y desde esta esquina del tiempo hemos querido recordar a Hans Berger porque, como dice Luis Sepúlveda en una de sus Historias Marginales, “si bien es cierto que la vida es breve y frágil, también lo es que la dignidad y el valor le confieren la vitalidad que nos hace soportar sus trampas y desdichas”.

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